MACONDO PARTE II
Macondo fue el lugar de lo imposible, el lugar de todas las
cosas, de los santos y los demonios, de la condena, el desamor, de la espera y
de la locura.
La capacidad de asombro de cualquier venezolano parece estar en macondo, sobrepasa los límites de cualquier existencia. Estamos todos los días sometidos a cualquier cantidad de situaciones ignominiosas, pero además absolutamente fascinantes por el hecho de estar tan fuera de la realidad, que parecen alucinaciones de nuestra mente.
Hoy en específico quiero referirme a los últimos acontecimientos cuyos protagonistas son Roberto Marrero y la juez Afiuni.
Tuve la oportunidad de conocer a Roberto Marrero entrando en este siglo, cuando resultó ser uno más de los alumnos de mi cátedra de obligaciones en la Universidad. Opiniones diferentes y actuaciones no compartidas hicieron que la vida nos distanciara.
Para quienes no lo conocen, les puedo asegurar que Roberto es un personaje altamente sagaz, de una inteligencia privilegiada hasta el punto de que no estudiaba, le bastaba con ir a clase, leer alguna bibliografía y estaba preparado para cualquier pregunta. Tiene una lógica jurídica impresionante (su capacidad logística supera la media) y eso lo hace extremadamente coherente en sus actos. Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que bajo ningún concepto Roberto mantendría armas de guerra en su casa, es mucho más inteligente que esa banalidad que tratan de hacer, para aventurar un delito.
Roberto es locuaz y refistolero, le mete al contrapunteo con mucha agilidad. Culto, apegado a la institución familiar, solidario con los suyos, protector del más débil. Es audaz sin llegar a ser temerario, perseverante (gracias a eso llegó hasta la Asamblea Nacional), defectos tiene como todos nosotros, pero está poniendo el pecho para devolvernos el país que nos merecemos y eso le honra. Unamos nuestros esfuerzos y oraciones para que estos sádicos delincuentes nos lo devuelvan con bien.

Sobre la Juez Afiuni, cualquier cosa a decir es poca, para
tan inconcebible, incomprensible, incalificable, absurdo, ridículo, inaudito,
inexcusable acto de una justicia, vestida de engaño y mentira. Si algo está
claro para cualquier jurista, es que los actos no catalogados taxativamente como
delitos no pueden ser juzgados. Por más que busco en mis leyes no encuentro el
delito de "corrupción espiritual".
Pero más allá del delito humano, esta amarga y surrealista justicia, pretende juzgar nuestra espiritualidad. Ambicionan legislar por sobre lo humano y declarar que lo divino también es de su competencia. Esta delirante sentencia deja claro, lo irracional de este régimen que se vale de cualquier elemento para provocar las más atroces y horrendas torturas para ajustar sus cuentas (como cualquier cartel de delincuentes) contra aquellos que le han sido rebeldes.

ZULLY DE AMORIN, colaborador